
10/05/2025
El colibrí es un ave extraordinaria, no solo por su tamaño diminuto o su vuelo suspendido, sino por su increíble metabolismo. Durante el día, necesita alimentarse constantemente del néctar de las flores, ya que su cuerpo quema energía a un ritmo vertiginoso. Su corazón puede llegar a latir más de 1,200 veces por minuto y su respiración también es muy acelerada. Este ritmo es tan demandante que, si no se alimentara cada pocos minutos, podría morir de hambre en cuestión de horas.
Sin embargo, durante la noche o en momentos de frío extremo, cuando no puede alimentarse, el colibrí entra en un estado fisiológico llamado torpor. En este estado, su temperatura corporal desciende drásticamente —puede bajar de más de 40 °C a cerca de 10 °C— y su ritmo cardíaco se reduce hasta en un 95 %. Esta “hibernación” temporal le permite ahorrar una enorme cantidad de energía y sobrevivir sin alimento mientras duerme. Es un proceso tan extremo que, al observarlos en este estado, podrían parecer mu***os.
Este mecanismo es esencial para su supervivencia diaria. A diferencia de los animales que hibernan durante semanas o meses, el colibrí entra en torpor cada noche, despertando con la luz del sol para reactivar su metabolismo y reanudar su constante búsqueda de néctar. Esta adaptación única demuestra cómo la evolución ha dotado a estas pequeñas aves con herramientas asombrosas para mantenerse con vida en un mundo tan exigente energéticamente.