25/10/2023
Un texto escrito por mi madre, hace unos pocos años, para recordar y resaltar una de tantas importantes facetas de la personalidad de nuestro querido ñaño Ruperto
Guillermo Rafael Cifuentes Arias Alicia Herrera Elina Herrera Rodrigo Herrera Cañar Manuel Vieira
DON RUPERTO CIFUENTES Y SU VOCACIÓN POR LA MÚSICA
El pasado vuelve cuando dialogamos con personas que tienen claridad en sus recuerdos. Nos deleitan situándonos en ese Baños de comienzos del siglo XX, sencillo, diáfano, aún campestre, con olor a caña y guayabas, a flores silvestres y eucaliptos. En ese Baños de gente amable, donde todos conocían y disfrutaban de la tibieza, del aire, de la frescura de aquella cascada compañera de la vida cotidiana que a toda hora dejaba oír el murmullo del agua descendiendo sobre la roca viva.
Ese Baños que con lucidez envidiable recuerda mi tío Don Ruperto Cifuentes Herrera, deleitándonos con sus narraciones maravillosas y que a sus 97 años se mantienen como parte de su vida.
La plaza con el árbol del higuerón y su pila de bronce con tres platos macizos que nadie supo a donde fueron a parar pero que él, alguna vez vio en un recodo del balneario de la Virgen, aquella pila que abastecía a todos los hogares, del agua para los quehaceres diarios y que era un pretexto para que las parejas de enamorados puedan verse por lo menos esos instantes.
Pero se emociona cuando recuerda su música que la canta hasta ahora con un timbre fuerte: El “sahumeriante” con letra y música de Julio Cañar; “A Manuela”, del mismo autor, y otras melodías que las guarda en su memoria.
En su juventud y en las fiestas familiares, cantaban a dúo con Elina Cañar, mi madre.
Dice que aquí, en ese Baños de antaño, casi todos sabían tocar por lo menos un instrumento, por eso es enfático en aseverar que: “El artista, nace, no se hace”, porque a ellos nadie les enseñó y era maravilloso el don que tenían para deleitar y deleitarse en las noches, a la tenue luz de los faroles, ya sea en la plaza del higuerón o en las gradas que habían en casa de don Elías Villafuerte, que hoy es propiedad de la familia Caisaguano, en la angosta callejuela Luis A. Martínez de ese entonces, o en las serenatas románticas dedicadas a las hermosas señoritas del lugar.
Recuerda a Belisario Álvarez, Vicente Vieira, Luis y Alonso Cañar, con la guitarra; Gustavo Herrera con la ocarina, don Miguel Cifuentes que tocaba, clarinete, guitarra, bandolín y bandola; Ruperto, que sabía ejecutar todos los instrumentos que tocaba su padre, a más del banjo, un instrumento de 15 cuerdas que era importado y que lo compraron en una tienda que había en la esquina de las calles Halflants y Oriente. Era inigualable el trío de los hermanos Vieira: León, Vicente y Luis, dueños de una voz fuerte y melodiosa, que eran el deleite en todos los programas artísticos, aún fuera de su tierra.
En 1936, el padre Vicente Bonilla, párroco del convento, compró unos instrumentos a unos músicos de Patate y lo trajo para formar la banda aquí en Baños. Esta la componían: Ángel Cisneros, barítono; Ángel Mayorga, bajo; Rosendo Tamayo, tambor; Moisés Balseca, bombo; Julio Cisneros, trompeta; Pedro Moncayo, barítono; Manuel Hernández, clarinete; Ernesto Sánchez, requinto; y Ruperto Cifuentes, platillos, a tanta insistencia y hasta a empujones de su padre don Miguel.
Ellos tocaban en las fiestas a la entrada de la Iglesia, ahí vio pasar a una linda niña, pequeñita y dulce, en quien no dejó de pensar a sus escasos 14 años; era Clarita Arias; pero a ella le sucedió lo mismo, convirtiéndose en el amor de su vida, para al cabo de seis años formar un matrimonio feliz. Clarita, en esta entrevista, asiente con una sonrisa y en algunas ocasiones completa la narración .
En ese lapso de este amorío, tuvo que irse al cuartel y con pocos meses de entrenamiento con sus compañeros, hicieron frente a la guerra con el Perú.
A su regreso su padre le tuvo una grata sorpresa: le había comprado un clarinete que Alonso Cañar, había dejado empeñando en la tienda del señor Jorge Reyes, para irse a la capital en busca de mejores días, pero jamás pudo recobrarlo, porque se enroló en las tropas y murió en la guerra de los 4 días, quedando su cuerpo en una fosa común, quizá por el Panecillo.
Como vemos, en todos los tiempos, la cultura y el arte han tenido vigencia en nuestro pueblo, depende de todos nosotros, que esta sensible llama no se apague, sino que permanezca ahora y siempre.
E. Alicia Herrera C.