11/05/2025
Madre no es solo un nombre, es un verbo sagrado: *amar, dar, sostener*.
Es la primera geografía que habitamos, el mapa de piel donde aprendimos a nombrar el mundo.
Lucha sin armas, con las manos abiertas. Ama sin condiciones, como el río ama a la orilla. Entrega todo sin esperar nada, porque su alegría es un misterio que solo comprenden los que han amado más allá de sí mismos.
Es refugio cuando el mundo duele.
Es paz cuando el caos grita.
Es comprensión que no necesita palabras.
Es educación: no con lecciones, sino con el ejemplo de levantarse cada día y volver a empezar.
Y sobre todo, es esa luz que no alumbra desde arriba, sino desde adentro—una antorcha que se consume para que otros vean el camino.
Por eso, aunque parta antes que nosotros, nunca se va del todo. Porque una madre es el único amor que, incluso después de la última despedida, sigue siendo *casa*.
*Y en las noches quietas, su voz se convierte en viento, sus consejos en estrellas.*
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