
29/04/2025
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El pasado domingo caminamos al pasado. La última casa habitada de la aldea arochena de El Hurón fue la de Mateo. Hoy sólo quedan ruinas y una vegetación que se está comiendo el espacio de la antigua y única calle que tenía la población.
Mateo nunca se alumbró con luz eléctrica, ni cocinó con ella, ni tuvo televisión o teléfono en su casa de mitad del campo. Quizás por ello se mudó al pueblo a finales de los años setenta del siglo pasado, a Cortegana, porque la vida ligada al compás marcado por la naturaleza se estaba haciendo dura cada crisis sectorial, con la peste porcina, los años secos y un medio que se estaba abandonando a ritmo vertiginoso, dejando importantes consecuencias para el común del resto de habitantes del territorio. Las necesidades crecían y los precios de los sustentos básicos subían. En el pueblo o en la ciudad se podía ganar un sueldo, facilitar la educación a los hijos, comprar una casa y hasta un coche. Por éstas y muchas otras razones los campos se fueron abandonando buscando una vida mejor.
Y hace ahora tan sólo dos días después de realizar la ruta, volvimos al siglo XIX en todo el país, o a la casa número uno de la única calle de El Hurón, tras el apagón eléctrico. Nuestra dependencia a la red eléctrica es vital. Una semana sin luz supondría un colapso be***al en las ciudades y grandes zonas urbanas, generando una crisis de abastecimiento de alimentos y elementos esenciales.
Mientras en el Hurón, donde ya ni siquiera hay muros en pie, pervive el importante manantial de agua buena (no es preciso bombearla con motores eléctricos), se conservan aún árboles frutales, olivos y encinas, y sus cercados y vegas siguen siendo muy fértiles.
Así que podemos confirmar que el domingo visitamos el olvido de una pasada comunidad social que estuvo muy viva, asentada en un bello rincón que hoy no merodean ni las vacas buscando pastos, pero que conserva lo esencial para la vida: el medio rural y sus recursos aprovechables.
Mil gracias al grupo con el que compartimos la experiencia y gracias especiales por su colaboración a los propietarios de las diversas fincas por las que transitamos.