22/08/2025
🌌 La Bella Durmiente del Everest: la cima que conquistó… y la que nunca volvió a tocar
(Una historia real, un espejo de la vida y sus lealtades invisibles)
El 22 de mayo de 1998, Francys Arsentiev, una alpinista estadounidense, alcanzó junto a su esposo Sergei algo que nadie antes había logrado: convertirse en la primera mujer de su país en llegar a la cima del Everest sin oxígeno suplementario.
Era su sueño. Su cima. Su “Everest personal” y literal.
Se suele decir que el Everest no regala nada. Y esa mañana, la montaña decidió recordarle al mundo que llegar a la cumbre es solo la mitad del viaje.
En el descenso, la altitud, el agotamiento y el clima se confabularon. Quedó atrapada en la zona de la muerte, a 8.300 metros. Allí, el cuerpo deja de obedecer y la mente se sumerge en una niebla que ya no distingue sueño de realidad.
Los equipos que pasaron por su lado sabían que no podían bajarla. En esas alturas, cada paso que salvas para otro, lo pierdes para ti. Y así, Francys quedó inmóvil, envuelta en su traje morado, con la mirada perdida hacia el horizonte. Un testigo la llamó “La Bella Durmiente del Everest”.
Su esposo Sergei, de quien se habia separada en el dificultoso descenso, intentó rescatarla. Descendió para buscar ayuda y oxígeno, pero nunca volvió. Su cuerpo fue hallado días después, más abajo.
Ella permaneció allí, como un recordatorio silencioso de que la cima sin regreso no es victoria… es altar.
En un sistema familiar, las lealtades invisibles pueden llevarnos a dar todo por el otro, incluso nuestra propia vida. Sergei murió intentando salvarla; ella murió intentando cumplir un sueño que compartían.
Desde la mirada sistémica, aquí vemos un pacto de amor que trasciende lo racional: “No te dejo, aunque me cueste todo”.
En la pareja, cuando uno queda atrapado, a veces el otro siente que su lugar es seguirlo, no dejarlo atrás. Es una fuerza tan antigua como el instinto… pero también tan peligrosa como el abismo.
Francys había programado su mente durante años para alcanzar la cima. Todo su diálogo interno estaba orientado a “llegar”.
En PNL ( Programacion Neurolinguistica) decimos: “Tu cerebro sigue aquello a lo que le das foco”.
Ella entrenó para subir, pero no para bajar. Para llegar, pero no para regresar.
Es el sesgo que muchos tenemos en la vida: perseguir un logro sin planificar cómo volver con él… y seguir viviendo después de alcanzarlo.
Metafóricamente, todos tenemos un “Everest”: una meta que nos ciega, que nos absorbe, que nos hace olvidar que la victoria real no está en conquistarla, sino en regresar transformados.
La historia de Francys no es solo una tragedia alpina. Es un espejo que nos pregunta:
¿Qué “cimas” estás persiguiendo?
¿Estás preparado para volver?
¿Quién pagará el precio si no regresas?
En la vida, como en la montaña, la cima no es el final… es el punto medio.
La otra mitad —la más importante— es traer contigo el alma, la vida, y la posibilidad de seguir caminando con quienes te aman.
El Everest seguirá allí. Siempre.Pero tú, si no regresas, ya no.