10/06/2025
Quien ha pisado estos senderos sabe que aquí no se viene sólo a caminar, sino a despertar.
El río Ayutla canta con fuerza y pureza. Sus aguas cristalinas acarician la roca y la raíz, invitando a sumergirse en sus pozas, refrescar el cuerpo y purificar el espíritu.
Acampar en la Sierra Gorda, es un regreso a la tribu, a la Tierra, a lo esencial.
Como un guardián sagrado, el Árbol Milenario espera. Su tronco ancho parece un altar, y bajo su copa vasta, uno se siente niño, uno se siente eterno.
No hay palabras, solo un suspiro que se escapa del pecho. Ese árbol no se ve, se escucha con el corazón. Late. Vive. Y nos recuerda que estar vivos es, en sí mismo, un milagro.
Cuando uno regresa de este viaje, no trae sólo fotos o recuerdos. Trae algo más profundo: la certeza de que la naturaleza no está fuera de nosotros, sino dentro, y que cada caminata, cada río, cada noche bajo las estrellas es un rezo silencioso que nos devuelve a casa.