13/12/2024
𝕃𝕒 𝕃𝕖𝕪𝕖𝕟𝕕𝕒 𝕕𝕖 𝕍𝕚𝕟𝕚𝕔𝕦𝕟𝕔𝕒: 𝔼𝕝 𝔸𝕞𝕠𝕣 𝕢𝕦𝕖 ℙ𝕚𝕟𝕥ó 𝕝𝕒 𝕄𝕠𝕟𝕥𝕒ñ𝕒
En una aldea escondida entre los Andes peruanos, cerca de la imponente montaña Vinicunca, vivía una joven cuya belleza parecía haber sido esculpida por las mismas manos que formaron las montañas. 𝐄𝐫𝐚 𝐀𝐮𝐫𝐨𝐫𝐚, de piel cálida y ojos claros, única hija de unos padres sobreprotectores que la cuidaban con tanto celo como los tesoros de su tierra. Su felicidad consistía en llevar a pastar sus llamas, alpacas y ovejas en los verdes parajes de 𝐕𝐢𝐧𝐢𝐜𝐮𝐧𝐜𝐚, una montaña que la gente del lugar decía estar 𝐞𝐧𝐜𝐚𝐧𝐭𝐚𝐝𝐚.
Un día, el destino trazó un encuentro inesperado. 𝐔𝐧 𝐣𝐨𝐯𝐞𝐧 𝐯𝐢𝐚𝐣𝐞𝐫𝐨, apuesto y de espíritu aventurero, había llegado a los Andes en busca de paisajes majestuosos y misterios por descubrir. Después de cruzar montañas interminables y valles profundos, llegó a Vinicunca. Pero lo que más lo asombró no fue la montaña, sino Aurora, quien reía feliz mientras jugaba con sus animales. Su figura esbelta, su sonrisa radiante y la armonía que transmitía con su entorno lo dejaron sin aliento.
"𝕰𝖘𝖙𝖆 𝖒𝖔𝖓𝖙𝖆ñ𝖆 𝖓𝖔 𝖘𝖔𝖑𝖔 𝖊𝖘𝖙á 𝖊𝖓𝖈𝖆𝖓𝖙𝖆𝖉𝖆... 𝖊𝖘𝖙á 𝖇𝖊𝖓𝖉𝖊𝖈𝖎𝖉𝖆," pensó el viajero, mientras la observaba. Pero cuando Aurora notó su presencia, el miedo le robó la calma, y corrió como el viento. Sin embargo, el joven, con una mezcla de osadía y ternura, tomó sus manos cálidas y le susurró: "¿𝕰𝖗𝖊𝖘 𝖗𝖊𝖆𝖑, 𝖔 𝖆𝖈𝖆𝖘𝖔 𝖊𝖗𝖊𝖘 𝖚𝖓 𝖘𝖚𝖊ñ𝖔 𝖉𝖊 𝖊𝖘𝖙𝖆 𝖒𝖔𝖓𝖙𝖆ñ𝖆 𝖒á𝖌𝖎𝖈𝖆?" Aurora, sonrojada, dejó de resistirse.
Desde entonces, el viajero y la muchacha se encontraban cada día en las faldas de la montaña. 𝐑𝐞í𝐚𝐧, 𝐣𝐮𝐠𝐚𝐛𝐚𝐧 𝐲 𝐬𝐞 𝐞𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐚𝐛𝐚𝐧 𝐛𝐚𝐣𝐨 𝐞𝐥 𝐜𝐢𝐞𝐥𝐨 𝐢𝐧𝐟𝐢𝐧𝐢𝐭𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐀𝐧𝐝𝐞𝐬. Vinicunca, como un testigo silencioso de su amor, vibraba con pequeños temblores de alegría y mostraba sus colores en arco iris cada vez que sus corazones se encontraban. 𝐏𝐞𝐫𝐨 𝐬𝐮 𝐟𝐞𝐥𝐢𝐜𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐞𝐫𝐚 𝐮𝐧 𝐬𝐞𝐜𝐫𝐞𝐭𝐨 𝐛𝐢𝐞𝐧 𝐠𝐮𝐚𝐫𝐝𝐚𝐝𝐨, 𝐥𝐞𝐣𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐨𝐣𝐨𝐬 𝐯𝐢𝐠𝐢𝐥𝐚𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐩𝐚𝐝𝐫𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐀𝐮𝐫𝐨𝐫𝐚.
𝐒𝐚𝐛í𝐚𝐧 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐮 𝐚𝐦𝐨𝐫 𝐭𝐞𝐧í𝐚 𝐟𝐞𝐜𝐡𝐚 𝐝𝐞 𝐜𝐚𝐝𝐮𝐜𝐢𝐝𝐚𝐝. El viajero debía partir, y Aurora, con el corazón apretado por la tristeza, 𝐝𝐞𝐜𝐢𝐝𝐢ó 𝐭𝐞𝐣𝐞𝐫𝐥𝐞 𝐮𝐧 𝐩𝐨𝐧𝐜𝐡𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐨𝐬 𝐜𝐨𝐥𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐚𝐫𝐜𝐨 𝐢𝐫𝐢𝐬, 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐬í𝐦𝐛𝐨𝐥𝐨 𝐝𝐞 𝐬𝐮 𝐚𝐦𝐨𝐫 𝐞𝐭𝐞𝐫𝐧𝐨. Cuando se lo entregó, los ojos del joven brillaron con gratitud y pesar. "Nunca te olvidaré," le prometió. Y la montaña, conmovida, lloró lágrimas de lluvia solo sobre ellos, como si también sintiera el peso de su despedida.
𝐄𝐥 𝐬𝐞𝐜𝐫𝐞𝐭𝐨 𝐧𝐨 𝐝𝐮𝐫ó 𝐦𝐮𝐜𝐡𝐨.Un día, el padre de Aurora los descubrió. Furioso, encerró a la joven en su casa y juró que jamás permitiría ese amor prohibido. 𝐀𝐦𝐞𝐧𝐚𝐳ó 𝐚𝐥 𝐯𝐢𝐚𝐣𝐞𝐫𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐚 𝐦𝐮𝐞𝐫𝐭𝐞 𝐬𝐢 𝐬𝐞 𝐚𝐜𝐞𝐫𝐜𝐚𝐛𝐚 𝐚 𝐬𝐮 𝐡𝐢𝐣𝐚 𝐝𝐞 𝐧𝐮𝐞𝐯𝐨. La montaña, privada de la alegría que la pareja le traía, comenzó a oscurecerse con tristeza, esperando en vano sus risas y juegos.
Pero el amor es más fuerte que cualquier amenaza. 𝐀𝐮𝐫𝐨𝐫𝐚 𝐞𝐬𝐜𝐚𝐩ó 𝐝𝐞 𝐬𝐮 𝐞𝐧𝐜𝐢𝐞𝐫𝐫𝐨 𝐲 𝐜𝐨𝐫𝐫𝐢ó 𝐡𝐚𝐜𝐢𝐚 𝐬𝐮 𝐚𝐦𝐚𝐝𝐨. Se encontraron en la cima de Vinicunca, ella con su corazón rebosante de amor, él con el poncho multicolor ondeando al viento. 𝕾𝖊 𝖆𝖇𝖗𝖆𝖟𝖆𝖗𝖔𝖓 𝖈𝖔𝖓 𝖑𝖆 𝖋𝖚𝖊𝖗𝖟𝖆 𝖉𝖊 𝖖𝖚𝖎𝖊𝖓𝖊𝖘 𝖘𝖆𝖇𝖊𝖓 𝖖𝖚𝖊 𝖊𝖑 𝖙𝖎𝖊𝖒𝖕𝖔 𝖊𝖘 𝖑𝖎𝖒𝖎𝖙𝖆𝖉𝖔, 𝖞 𝖑𝖆 𝖒𝖔𝖓𝖙𝖆ñ𝖆, 𝖊𝖝𝖙𝖆𝖘𝖎𝖆𝖉𝖆, 𝖕𝖎𝖓𝖙ó 𝖊𝖑 𝖈𝖎𝖊𝖑𝖔 𝖈𝖔𝖓 𝖆𝖗𝖈𝖔 𝖎𝖗𝖎𝖘 𝖊𝖓 𝖘𝖊ñ𝖆𝖑 𝖉𝖊 𝖈𝖊𝖑𝖊𝖇𝖗𝖆𝖈𝖎ó𝖓.
Entonces, el rugido del destino interrumpió su felicidad. 𝐄𝐥 𝐩𝐚𝐝𝐫𝐞 𝐝𝐞 𝐀𝐮𝐫𝐨𝐫𝐚 𝐚𝐩𝐚𝐫𝐞𝐜𝐢ó 𝐜𝐨𝐧 𝐮𝐧 𝐚𝐫𝐦𝐚 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐦𝐚𝐧𝐨. "¡No lo permitiré!" gritó, y el disparo retumbó por el valle. El joven cayó al suelo, su pecho empapado de sangre, mientras Aurora gritaba desgarradoramente.
El muchacho, con sus últimas fuerzas, tomó la mano de Aurora y le susurró: "𝕰𝖗𝖊𝖘 𝖒𝖎 𝖘𝖔𝖑 𝖉𝖊 𝖑𝖔𝖘 𝕬𝖓𝖉𝖊𝖘. 𝕸𝖔𝖗𝖎𝖗é 𝖋𝖊𝖑𝖎𝖟, 𝖕𝖔𝖗𝖖𝖚𝖊 𝖈𝖔𝖓𝖔𝖈í 𝖊𝖑 𝖆𝖒𝖔𝖗 𝖈𝖔𝖓𝖙𝖎𝖌𝖔." 𝕮𝖊𝖗𝖗ó 𝖑𝖔𝖘 𝖔𝖏𝖔𝖘, 𝖞 𝖘𝖚 𝖛𝖎𝖉𝖆 𝖘𝖊 𝖆𝖕𝖆𝖌ó 𝖈𝖔𝖒𝖔 𝖚𝖓𝖆 𝖛𝖊𝖑𝖆 𝖊𝖓 𝖒𝖊𝖉𝖎𝖔 𝖉𝖊 𝖚𝖓𝖆 𝖙𝖔𝖗𝖒𝖊𝖓𝖙𝖆.
𝐋𝐚 𝐦𝐨𝐧𝐭𝐚ñ𝐚, 𝐭𝐞𝐬𝐭𝐢𝐠𝐨 𝐝𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐚 𝐭𝐫𝐚𝐠𝐞𝐝𝐢𝐚, 𝐝𝐞𝐬𝐚𝐭ó 𝐬𝐮 𝐟𝐮𝐫𝐢𝐚. La tierra tembló, los cielos se rompieron con truenos, y la lluvia cayó con una intensidad que parecía infinita. 𝕰𝖑 𝖈𝖚𝖊𝖗𝖕𝖔 𝖉𝖊𝖑 𝖏𝖔𝖛𝖊𝖓 𝖋𝖚𝖊 𝖘𝖊𝖕𝖚𝖑𝖙𝖆𝖉𝖔 𝖕𝖔𝖗 𝖑𝖔𝖘 𝖉𝖊𝖘𝖑𝖎𝖟𝖆𝖒𝖎𝖊𝖓𝖙𝖔𝖘, 𝖕𝖊𝖗𝖔 𝖊𝖑 𝖕𝖔𝖓𝖈𝖍𝖔 𝖖𝖚𝖊𝖉ó 𝖙𝖊𝖓𝖉𝖎𝖉𝖔 𝖘𝖔𝖇𝖗𝖊 𝖑𝖆 𝖘𝖚𝖕𝖊𝖗𝖋𝖎𝖈𝖎𝖊, 𝖊𝖒𝖕𝖆𝖕𝖆𝖉𝖔 𝖊𝖓 𝖑𝖔𝖘 𝖈𝖔𝖑𝖔𝖗𝖊𝖘 𝖉𝖊 𝖘𝖚 𝖆𝖒𝖔𝖗.
𝐃𝐮𝐫𝐚𝐧𝐭𝐞 𝐦𝐞𝐬𝐞𝐬, 𝐕𝐢𝐧𝐢𝐜𝐮𝐧𝐜𝐚 𝐥𝐥𝐨𝐫ó 𝐬𝐮 𝐩𝐞𝐧𝐚, 𝐲 𝐥𝐚𝐬 𝐥𝐥𝐮𝐯𝐢𝐚𝐬 𝐢𝐦𝐩𝐫𝐞𝐠𝐧𝐚𝐫𝐨𝐧 𝐥𝐚 𝐭𝐢𝐞𝐫𝐫𝐚 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐨𝐬 𝐭𝐨𝐧𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐩𝐨𝐧𝐜𝐡𝐨. Así, la montaña se tiñó con los colores del arco iris, un recordatorio eterno del amor que allí floreció y de la tragedia que lo convirtió en leyenda. 𝕯𝖊𝖘𝖉𝖊 𝖊𝖓𝖙𝖔𝖓𝖈𝖊𝖘, 𝖁𝖎𝖓𝖎𝖈𝖚𝖓𝖈𝖆 𝖊𝖘 𝖈𝖔𝖓𝖔𝖈𝖎𝖉𝖆 𝖈𝖔𝖒𝖔 𝕷𝖆 𝕸𝖔𝖓𝖙𝖆ñ𝖆 𝖉𝖊 𝕮𝖔𝖑𝖔𝖗𝖊𝖘, 𝖚𝖓 𝖑𝖚𝖌𝖆𝖗 𝖉𝖔𝖓𝖉𝖊 𝖑𝖆 𝖒𝖆𝖌𝖎𝖆 𝖉𝖊𝖑 𝖆𝖒𝖔𝖗 𝖞 𝖊𝖑 𝖉𝖔𝖑𝖔𝖗 𝖘𝖊 𝖊𝖓𝖙𝖗𝖊𝖑𝖆𝖟𝖆𝖓 𝖕𝖆𝖗𝖆 𝖘𝖎𝖊𝖒𝖕𝖗𝖊.
¿𝚈 𝚝ú, 𝚝𝚎 𝚊𝚝𝚛𝚎𝚟𝚎𝚛í𝚊𝚜 𝚊 𝚟𝚒𝚜𝚒𝚝𝚊𝚛 𝚕𝚊 𝚖𝚘𝚗𝚝𝚊ñ𝚊 𝚎𝚗𝚌𝚊𝚗𝚝𝚊𝚍𝚊 𝚍𝚘𝚗𝚍𝚎 𝚎𝚕 𝚊𝚖𝚘𝚛 𝚙𝚒𝚗𝚝ó 𝚕𝚊 𝚑𝚒𝚜𝚝𝚘𝚛𝚒𝚊?
Autor: ROFRI