
24/05/2025
La lealtad no exige perfección, pero sí integridad. Es estar presente cuando es más fácil dar la espalda, es defender en privado lo que se respeta en público. No se trata de sumisión ni de callar ante lo injusto, sino de ser firme incluso cuando hay desacuerdo, sin recurrir a la traición como escape. Las personas leales no son aquellas que siempre dicen que sí, sino las que saben decir la verdad sin romper los lazos que las sostienen.
En un mundo donde la conveniencia ha reemplazado a la ética, ser leal es casi un acto de rebeldía. Por eso, no se negocia con quienes no saben ser leales: porque tarde o temprano venderán su palabra al mejor postor. Y cuando eso ocurre, ya no hay trato, ni confianza, ni respeto que sobreviva. Uno no puede construir nada duradero con quien cambia de rostro según la dirección del viento.
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